MI SEÑORA

MUERTE QUERIDA DE MI CORAZON, NO NOS DESAMPARES DE TU PROTECCION. NO A NOSOTROS SEÑORA NO A NOSOTROS SINO A TU NOMBRE SEA DADA TODA GLORIA.

martes, 6 de julio de 2010

ENCUENTRO CON MI SANTA MUERTE



No es necesario, hijo mío, saber de mi mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu Madre.

¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera?
Dime su nombre, bien sea el de tus padres o hijos, bien el de tus hermanos y amigos; (Nombre de la personas) dime enseguida qué quisieres que haga por ellos. Pide mucho, mucho, no dudes en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades de los demas.

Háblame así, siendo sencillo, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los perdidos que deseas hablarles de mi camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa que Yo Soy la Stella Matutina que alumbra tu Sendero. He prometido escuchar toda súplica que salga del corazón; y hoy se que sale de tu corazón el ruego que me dirijes por aquellos que tu corazón especialmente ama.

Y para ti, ¿necesitas algun favor?
Hazme una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia. Dime honestamente que sientes y que quieres que haga por ti y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales males.

No dudes y no me temas, ¡pobre alma! En estos momentos hay tantas personas gozando de las bendiciones que Dios les da por mi, y que en su momento tuvieron esos mismos o peores problemas! Pero rogaron con humildad; y poco a poco se vieron libres de ellos. Menos aún vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, amor, amistades que te sean provechosas, paciencia, alegría, éxito en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy libremente, y deseo que me lo pidas.

Hoy, ¿qué necesitas?
¿Qué puedo hacer por ti? ¡Si supieras cuántos deseos tengo de ayudarte! ¿Traes ahora mismo la intencion de algún proyecto? Cuéntamelo todo minuciosamente. Quiero saberlo. ¿Qué te preocupa? ¿Qué piensas? ¿Qué deseas? ¿Hay algo que quieres que haga por tu hermano, por un amigo, por tu jefe? ¿Qué desearías poder hacer tú por ellos?

¿Y por Mí, tu Benefactora?
¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás sin saber de Mí? Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. Hijo mío, soy dueña de los corazones, d ela vida y d ela muerte, y dulcemente los llevo, a otro plano de Gloria.

¿Sientes acaso tristeza o mal humor?
Cuéntame todo, pobre alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu amor? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas las heridas del tuyo. Dime todo, y acabarás en breve por pedirme que te ayude, y en favor recibirás mi consoladora bendición.

¿Temes por algo?
¿Sientes en tu alma melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia, te cubrire con mi manto, te protegere con mi guadaña. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.

¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti sin que les hayas dado un motivo? Pideme por ellas, y yo las volveré a tu lado, solo basta con que me pidas.

¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme?
¿Por qué no me haces partícipe de ella como a una buena amiga? Cuéntame lo que desde ayer, desde la última suplica que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreír tu corazón. Quizá has tenido una agradable sorpresa, quizás has visto disiparse algún temor o recelo, quizás has recibido buenas noticias, alguna carta o muestra de cariño. Tal vez has vencido alguna dificultad o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo eso, y yo te lo he proporcionado. ¿Por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su Madre: « ¡Gracias, Señora mía, gracias! » El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.

¿Tienes promesa alguna para hacerme?
Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; pero a Mi, no. Háblame, pues, con toda sinceridad.

¿Volverás otro dia siendo dulce, amable y condescendiente conmigo?

Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio; pero no olvides esta charla que hemos tenido aquí los dos, en la soledad de tu alma. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad ente mi presencia. Amame, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.

Tu Angel, La Santa Muerte...

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